Querida yo de hace cinco años.
Si pudiera hablar contigo, no sabría por dónde empezar. Tal vez te abrazaría antes de decir una sola palabra, porque sé lo mucho que lo necesitabas. A tus once años, ya cargabas heridas que otras personas ni imaginaban. Veías cómo tu hogar se llenaba de gritos, de silencios incómodos, de ausencia. Y ese vacío que dejó papá lo intentabas llenar con sonrisas forzadas con amigos que solo querían aprovecharse de tu bondad. Fuiste fuerte cuando nadie lo notó. Lloraste en silencio muchas veces, esperando que alguien te escuchara sin necesidad de hablar. Te hicieron sentir que no valías nada, que tu voz no importaba, que tu corazón no merecía cuidado. Soportaste palabras crueles, burlas, traiciones... y aun así seguiste de pie.
Pasaste por amistades tóxicas que te hicieron dudar de ti misma, por una relación en la que te rompieron el corazón cuando apenas estabas aprendiendo a amar. Te prometieron amor y te pagaron con engaño, y eso te dolió más de lo que quisiste admitir y prometiste no tener novio nunca más. Pero, incluso allí, Dios estuvo contigo. Aunque no lo veías, aunque pensabas que estabas sola... Él ya estaba obrando. También luchaste contra enfermedades, contra el miedo de no poder más. Pero aprendiste que Dios no siempre cambia la tormenta de inmediato... a veces, simplemente te enseña a caminar sobre las olas.
Y hoy, cinco años después, quiero que sepas esto: TODO VALIO LA PENA. Porque ahora estás viviendo una oración que parecía imposible: entraste a la universidad de tus sueños. Aquella que muchos decían que era '' demasiado para ti''. Te llamaron incapaz, pero Dios te llamó elegida. y Él abrió la puerta cuando todos los demás la cerraban. Hoy no eres la misma niña rota. Sigues sanando, sí... pero ahora sabes quién eres: una hija de Dios, valiente, fuerte, con propósito. No te define lo que te hicieron, ni lo que perdiste, ni los errores que cometiste. Te define el amor de un Dios que nuca te soltó.
Así que, mi pequeña guerrera, sigue caminando. Porque, aunque el camino a veces sea duro, ya aprendiste que no lo recorres sola. Cada lagrima fue semilla. Cada herida, una marca de victoria. Cada caída, una oportunidad para ver la gracia de Dios levantarte.
Tu historia no terminó en el dolor. Tu historia apenas está comenzando. Y es hermosa.
Danelly, le mando un abrazo a su yo de hace cinco años y un abrazo más fuerte a yo actual porque ha superado muchas cosas, algunas parecen no tener explicación, pero quizá algún día tenga una respuesta clara. Lo importante es nunca darse por vencida y seguir luchando por cumplir sus sueños y que los demás se aguanten el brillo que usted irradia. Un abrazo.
ResponderEliminar